miércoles, 16 de enero de 2008

Desbaratando fantasmas y estereotipos con un caballo


Durante la segunda mitad del Siglo XX, la competencia mundial estuvo grandemente ligada a la política (tanto como hoy pero menos ligada al comercio que en nuestros días). Pero también hubieron otros tipos de fantasmas, irracionales, que echaban su sombra conspiradora, a veces, injusta, las más, y otras sencillamente estúpidas, por así decirlo. Se sucedieron grandes injusticias y muchas otras plagadas de prejuicios como la historia de la que les quiero platicar ahora.
A muchos de nosotros nos fascina el ajedrez y creemos, con toda humildad, que es la mejor manera -muy intelectual, además- de expresar la belleza matemática de manera tangible con toda su estrategia visual (quizás la mejor de las invenciones del ser humano). Y por eso, es para todos, y debe ser para todos. Es así que, durante esa mitad del siglo pasado el juego se convirtió en una manera de mostrar poderío: el occidente contra el este, el capitalismo contra el comunismo... la mujer contra el hombre. Las mujeres no tenían permitido participar en juegos oficiales de ajedrez porque se suponía que la capacidad femenina de razonamiento [para el juego] era limitada (!?). Llenos de prejuicios y estereotipos nuestros amigos de FIDE. Pero, como me gustan las historias felices me place decir que este prejuicio quedó desbaratado -con creces- gracias a que una mujer, Polgár Zsuzsanna (Susan Polgar, luego de su anglicalización al convertirse en ciudadana yanqui), se convirtió en la primera mujer capaz de enfrentar a los Grandes Maestros de la FIDE, derrotando a cuanto adversario se le enfrentara desde los 15 años. Su padre, László Polgár, tenía la teoría de que un niño, educado de la manera adecuada y de manera cuidadosa, puede desarrollar todos sus potenciales al máximo en cualquier habilidad que se escoja. En otras palabras: un genio se hace, no necesariamente nace. Describió su teoría en su libro Cultivando un Genio (ISBN 9630199769) postulando la idea de que el niño no necesita ninguna característica particular lo mismo que es válido para el arte que se le quiere inculcar. ¡Y así lo hizo! Enseñó meticulosamente todas las reglas del juego a su hija, le enseñó el método de captar su atención, le enseñó a perseverar pero sobre todo a ser disciplinada y estudiosa. El resultado, Susan, se convirtió en la primera mujer en ser denominada Gran Maestra y la primera mujer en ser incluída en el ranking de la FIDE. Luego de cultivar el genio de su primera hija, Lászlo Polgár, procedió a hacer lo mismo con sus otras dos hijas ¡con resultados similares! Es más, Judith Pólgár, la segunda de las tres hijas Polgár, se convirtió en la más poderosa jugadora de ajedrez de todos los tiempos manteniendo su elevado puntaje hasta nuestros días.
A pesar de que las diferencias existentes entre hombres y mujeres nos hacen pensar, sentir y en suma, ser diferentes, nuestras capacidades no están limitadas por ninguna otra barrera más que nuestras propias limitaciones mentales. La familia Pólgár lo demostró. Incluso los hijos de Susan Polgar, aún niños, mantienen su alta competitividad en nuestros días como pruebas vivientes de que no existen imposibles cuando hay decisión y, por supuesto, la actitud para desterrar todos esos miedos que nos amarran, con sus lastres estereotípicos, a nuestros prejuicios imaginarios.

Inspirado en ese maravilloso juego llamado Ajedrez y en un Documental de la National Geographic.

P.D. A todos los que desean intercambiar ideas con Susan Polgar y aceptar sus desafíos, pueden visitar su blog y visitar, revisar y, con suerte, platicar con ella.

Foto: GNU-FDL

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