1. COMENZAR POR LA MITAD
Una de las astucias más interesantes de la narrativa es la recomendación de Honorato de Balzac de comenzar una novela por la mitad de la vida del personaje. Escribir es hacer un alto en el camino para reflexionar; es, pues, un corte entre el pasado y el futuro. Es muy difícil vivir el instante, el presente. Por lo común vivimos con los ojos puestos atrás, en la nostalgia de días pasados, o en la nostalgia del futuro, es decir, en una huida continua hacia adelante en espera de días mejores.
Pero ¿quién vive en el presente? Por eso las disciplinas orientales aconsejan vivir montados en cada instante, agotar el presente sin dejarnos dominar por la nostalgia o la esperanza. Estamos tan llenos de frustraciones que vivimos rumiando qué hubiera ocurrido si no nos equivocábamos en las decisiones que tomamos. Yo mismo he llegado a la conclusión de que me equivoqué invariablemente en todas las decisiones que tomé y que acerté las veces que me dejé llevar por el río de la vida abandonándome a la corriente. Pero también estamos tan llenos de proyectos y de esperanzas, que olvidamos el presente y vivimos proyectados hacia la realización de nuestros proyectos y esperanzas, es decir, de nuestros sueños.
2. EVITAR CONTAR UN CICLO BIOLÓGICO
Cortamos, entonces, aquí y ahora para hacer un alto en el camino. ¿Vieron Evo pueblo? Un defecto del guión es ordenar la vida del protagonista como si fuera una planta, según su ciclo biológico. La película se inicia cuando el personaje nace; luego lo sigue en su crecimiento y educación; luego emigra con él, se vuelve sindicalista y, por fin, Presidente. Si el guionista hubiera seguido el consejo de Balzac, hubiera comenzado la película con una escena vigorosa: la pateadura que le dan a Evo y su imagen en el arroyo, donde lo botaron inconsciente. Entonces, en ese estado de postración por haber tocado fondo, en esa semiinconsciencia, Evo puede recordar su pasado, hacer un balance para preguntarse cómo llegó a esto.
Una rememoración así comúnmente se presenta por episodios: una frase de su padre, una imagen feliz de su niñez, una escena de necesidad y hambre, un momento de esperanza, una aventura, todo en aparente desorden. Luego llegan las cholitas que lo rescatan y el personaje se reconstruye, sabe que ha tocado fondo y que ahí mismo puede renunciar, pero decide avanzar, ser otro, cuidarse más, pero no aflojar. Así el guión cobra mayor dinamismo.
3. TRES EJEMPLOS
* “Usted es el anhídrido carbónico que envenena mi vida”. Esa frase de mi padre cortó su vida en dos. Atrás quedaron los tres años de insomnio en el frente de batalla, las aventuras del Colegio Militar; los días felices de su niñez. Al frente se abrió una nueva vida que se inició cuando lo dieron de baja y tuvo que inventarse otros oficios, él que había sido educado solamente para la disciplina militar. (Este inicio nos permite recordar luego escenas del pasado, no importa el orden, hasta desembocar en la baja militar, cuando echan al personaje del Ejército y tiene que ganarse la vida).
* “No te entiendo. ¿Por qué, de pronto, sin ningún motivo, me dices que esto se terminó”. “¿Crees que hablo sin motivo? De pronto has perdido la memoria de todos los disgustos, de todas las cosas que te he soportado. ¿Y ahora te sorprende que quiera irme?”. “Lo que pasa es que seguramente amas a otro hombre”.
* “Mirá, no quiero ver a ningún hombre a cien metros a la redonda”. Este diálogo que escuché cuando era adolescente dividió mi vida en dos, porque efectivamente mi madre se fue y no volvió más, y a mi padre le afectó tanto su ausencia que dejó de trabajar, lo dominó el alcohol y acabo de enterrarlo. (A continuación, podemos rememorar qué incidentes se registraron en la memoria del narrador adolescente, cómo fue testigo del deterioro de la relación entre sus padres, cómo le afectó la ausencia de la madre, cómo le afectó que su padre dejara de trabajar, qué hará a partir de hoy que quedó huérfano y sin apoyo).
4. NARRAR CON OBJETIVIDAD Y SENCILLEZ
Una regla de oro de la narrativa es evitar hacer literatura adrede, es decir, engolosinarse con frases y descripciones que entorpecen el curso del relato, esos párrafos que son puras frases narcisistas, como si quisiéramos mostrarle al lector las bondades de nuestro estilo. Hay que evitar las metáforas innecesarias (casi todas), las comparaciones cursis (dientes de perla y labios de rubí), el paisajismo (descripciones morosas de auroras y crepúsculos, de cielos estrellados, de vegetaciones, de rostros y cuerpos).
Sólo hay que pensar en narrar con objetividad y sencillez, buscando las frases más sencillas y directas que no sean equívocas y describan exactamente lo que nos pasó, como cuando contamos oralmente algo y procuramos ser claros para que nuestros escuchas nos entiendan a la primera.
Ramón Rocha Monroy
(Extraído del suplemento Fondo Negro-La Prensa)
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