miércoles, 30 de enero de 2008

Charles Chaplin


Hace algunos días escuché a una amiga decir que ver una película de Charles Chaplin es insufrible; que las imágenes lastimeras de un vagabundo ridículo no provocan alegría sino una profunda pena y tristeza. Es posible que Chaplin no sea del agrado de algunas personas, pero considero que su contribución a la cinematografía (¡desde hace casi un siglo!), son innegables, que su estilo de hacer películas revolucionó el cine y la comedia y que se convirtió en un ícono de la cinematografía universal, sirviendo de ejemplo a miles de otros comediantes más contemporáneos y posteriores a él. Hay que recordar también, sin limitarse al vagabundo que lo hizo famoso, que Chaplin no sólo hizo películas en las que el personaje central era ese individuo lastimero, solitario y desgarbado que la mayoría conoce, sino que también dirigió y actuó en muchas otras películas dramáticas, tales como Una mujer de París, El señor Verdoux o un Rey en Nueva York, en donde su genio se ve reflejado en el perfeccionismo que buscaba -y siempre lograba- en sus obras. Definitivamente, el personaje tradicional de Chaplin, el vagabundo, le permitió a este maestro sentar unas bases histriónicas para la comedia que seguirían muchos otros personajes contemporáneos. En nuestro medio quizás sea más comunes recordar al Chavo del Ocho, por ejemplo, o a Dieter Hallervorden (Didi), el Señor Bean o el mismísimo Benini. Sin querer profundizar en un análisis al respecto me limito a recordar en esta oportunidad aquella que, en mi caso, me hizo llorar por primera vez al ver una película: El niño.
Es posible que muchos de ustedes la hayan visto, y aquellos que no la vayan a ver, en todo caso prefiero no hablar de la trama para no arruinarles la diversión y quizás una lágrima, como bien dice al principio de la misma. Lo que a mí me intriga y fascina al mismo tiempo, es el hecho de que las películas de Chaplin (obviamente no es el único director que tiene el mismo efecto) tengan el valor histórico de retratar la sociedad de esos tiempos. Todos hemos visto películas que muestran la vida, la moda, el transporte y el paisaje existente a principios del siglo veinte. Pero ninguna se acerca más a la realidad que aquella vista por el lente de Chaplin. En la película el Niño, por ejemplo, es posible ver con detalle el vestuario de la época, los automóviles, el diseño de las calles y de las casas, el interior de las mismas y hasta la forma en la que se iluminaban las calles o las habitaciones. Es posible no sólo percibir el estilo de vida que esa gente pudo haber vivido sino también las condiciones de hacinamiento que algunos sufrían y las profundas diferencias sociales existentes en pleno crecimiento de la revolución industrial pero con profundos efectos en la vida de los trabajadores. Algo que Chaplin supo entender y analizar magistralmente en sus películas (tales como El Gran Dictador o Tiempos Modernos), y por las cuales fue perseguido político del paranoíco gobierno yanqui a través de su paranoico tentáculo cinematográfico, Holliwood. Aunque esa es otra historia.
Aquí el póster de la película El Niño, como recordatorio y homenaje a ese genio que se ofrendó íntegramente a un arte que cada vez se encuentra más devaluada y sujeta al negocio monetario e inescrupuloso del comercio. Para Charles Chaplin, el maestro.

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