Una entidad estereotípica invariable de nuestra política actual es aquella en la que un grupo (en el poder) se enfrenta a otro (que quiere estar en el poder) siguiendo sus primitivos instintos egocentristas de deseos personalistas. Existen miles de estereotipos, cual más despreciable que el otro, y con excepción de los usados por técnicos tipográficos, todos son una verdadera caquita de mosca (¡Gracias José!). Personalmente me considero un odiador de los estereotipos (para ser sincero no me gusta mucho usar la palabra odio, aunque la considero bastante cercana al sentir mío cuando soy testigo de un comportamiento tipo-calca de parte de muchos humanos que veo por ahí), y no por ser 'rebelde sin causa' sino porque no creo en la predestinación o los preconceptos que predisponen prejuiciosamente a uno. No creo en todo aquello que debe seguir una norma, patrón o protocolo de conducta, considerando que todo aquello que nos hace no-libres de elegir nuestra voluntad simplemente nos esclaviza y reduce nuestras verdaderas capacidades. Creo en la libertad de nuestra voluntad y en el respeto a las voluntades de los demás.
Recuerdo que cuando quise defender mi tesis en la Universidad me prohibieron hacerla porque no traía traje y corbata (!?). Nunca me gustó la idea de usar traje ni corbata, porque me hacían sentir empaquetado y oprimido (será que soy claustrofóbico) y además porque nunca tuve el suficiente dinero como para hacerme uno que me gustara (incluso en los estereotípicos trajecitos de promoción a los que nos tienen acostumbrados los profesores 'asesores'). Talvez sea también porque mi padre, el Mago del Metal, en su forma sencilla de vivir la vida me enseñó lo sencillo que es vivir sin estúpidas anatemas esclavizantes, ¡él también es un Rebelde! Las veces que usaba corbata, en las ocasiones en las que las obligaciones le ordenaban usarla, terminaban dobladas en su bolsillo o abiertas y liberando su respiración. Y pensándolo bien, ¿de qué sirve un pedazo de trapo colgando del cogote? Transmite enfermedades, las provoca, es un peligro constante si eres un linotipista, o un trabajador de imprenta o un trabajador de máquinas con motor o un oficinista con máquinas con rotor. Entonces, ¿para qué diablos seguir usando un pedazo estereotípico de lienzos inservibles alrededor de la parte más delicada de nuestra humanidad? ¿Acaso será para recordarnos que somos presos de algo más grande que nosotros mismos? ¿Algo que nos quiere controlar, como los perros que controlamos cuando los amarramos a una cuerda?
¡Yo me opongo a los estereotipos! A las corbatas, a los trajes, a la moda, a las costumbres esclavizantes, a los opositores que se oponen porque sí, a los gobernantes que se imponen porque sí, a los estudiantes no estudiosos, a los médicos-comerciantes, a los abogados chupasangre, a los ricachones depredadores, a los ejércitos de paz, a las guerras liberadoras, a las guerras opresoras, a las madres sin hijos y a los hijos sin madres. Yo me opongo a la naturaleza muerta, a la naturaleza sin naturaleza, a la comodidad porque sí, al lujo porque sí, a la pobreza porque sí, al dinero porque nos hace esclavos, a las corbatas porque nos lo recuerdan, a los sostenes de colores porque esclavizan a nuestras mujeres atrofiándoles los músculos pectorales, a las marcas de coches, de ropas, de televisores y pelotas de colores. Yo me opongo a la esclavitud, a la muerte porque sí, y la vida sin vida. Me opongo a los estereotipos que nos hacen esclavos de nuestros propios deseos mercantilistas, consumistas, antihumanistas y carentes de sentimiento ecológico. Me opongo porque creo en la libertad del ser humano. Me opongo a no ser libre.
Foto: Wikipedia, CC
Recuerdo que cuando quise defender mi tesis en la Universidad me prohibieron hacerla porque no traía traje y corbata (!?). Nunca me gustó la idea de usar traje ni corbata, porque me hacían sentir empaquetado y oprimido (será que soy claustrofóbico) y además porque nunca tuve el suficiente dinero como para hacerme uno que me gustara (incluso en los estereotípicos trajecitos de promoción a los que nos tienen acostumbrados los profesores 'asesores'). Talvez sea también porque mi padre, el Mago del Metal, en su forma sencilla de vivir la vida me enseñó lo sencillo que es vivir sin estúpidas anatemas esclavizantes, ¡él también es un Rebelde! Las veces que usaba corbata, en las ocasiones en las que las obligaciones le ordenaban usarla, terminaban dobladas en su bolsillo o abiertas y liberando su respiración. Y pensándolo bien, ¿de qué sirve un pedazo de trapo colgando del cogote? Transmite enfermedades, las provoca, es un peligro constante si eres un linotipista, o un trabajador de imprenta o un trabajador de máquinas con motor o un oficinista con máquinas con rotor. Entonces, ¿para qué diablos seguir usando un pedazo estereotípico de lienzos inservibles alrededor de la parte más delicada de nuestra humanidad? ¿Acaso será para recordarnos que somos presos de algo más grande que nosotros mismos? ¿Algo que nos quiere controlar, como los perros que controlamos cuando los amarramos a una cuerda?
¡Yo me opongo a los estereotipos! A las corbatas, a los trajes, a la moda, a las costumbres esclavizantes, a los opositores que se oponen porque sí, a los gobernantes que se imponen porque sí, a los estudiantes no estudiosos, a los médicos-comerciantes, a los abogados chupasangre, a los ricachones depredadores, a los ejércitos de paz, a las guerras liberadoras, a las guerras opresoras, a las madres sin hijos y a los hijos sin madres. Yo me opongo a la naturaleza muerta, a la naturaleza sin naturaleza, a la comodidad porque sí, al lujo porque sí, a la pobreza porque sí, al dinero porque nos hace esclavos, a las corbatas porque nos lo recuerdan, a los sostenes de colores porque esclavizan a nuestras mujeres atrofiándoles los músculos pectorales, a las marcas de coches, de ropas, de televisores y pelotas de colores. Yo me opongo a la esclavitud, a la muerte porque sí, y la vida sin vida. Me opongo a los estereotipos que nos hacen esclavos de nuestros propios deseos mercantilistas, consumistas, antihumanistas y carentes de sentimiento ecológico. Me opongo porque creo en la libertad del ser humano. Me opongo a no ser libre.
Foto: Wikipedia, CC
2 comentarios:
Concuerdo y comparto la opinión, yo también evito ese tipo de formalidades, pues que en vez de sentirme a gusto, me hace sentir un gregario más.
Saludos.
Amigo Rebelde,
Me gustó lo que escribiste. En sí refleja que el ser humano puede pensar y mantener individualidad aun viviendo en sociedad. No tenemos porque ser parte de un rebaño, sino parte del mundo donde podríamos complementarnos en vez de vendernos.
Un abrazo,
PD La etiqueta de "cochino dinero" es un término muy ilustrativo ;)
Publicar un comentario