No se puede negar que cualquier actividad humana, cualquiera que sea, tiene un determinado efecto sobre el medioambiente; sea pequeño o sea grande, esta interacción, directa o indirecta, con la naturaleza, tiene consecuencias que pueden resultar desastrosas para el ecosistema si es que no somos cuidadosos y responsables de nuestras acciones.
La revista Chemical & Engineers News (C&EN) nos recuerda, en su edición del 4 de febrero de este año, lo delicado que puede ser mantener el balance del ecosistema aún bajo condiciones controladas. Resulta que en la Antártida se han registrado concentraciones de contaminantes (piroretardantes) comparables a los encontrados en grandes ciudades. Particularmente, el producto mostrado en la foto, BDE-99 (y difenileteres polibrominados similares) han sido detectados en el ecosistema local cercano a la bases científicas McMurdo y Scott (de EEUU y Nueva Zelanda, respectivamente) y reportados preliminarmente en la revista Environmental Science and Technology (ES&T, 2008, 42, 1452-1457). Según la opinión de toxicólogos, la acumulación de este tipo de productos químicos puede afectar el desarrollo embrionario de algunas especies (debido a su similaridad estructural con la tiroxina); más aún, algunos compuestos pentabrominados son capaces de interferir con el desarrollo neurológico de especies expuestas a estas sustancias, cuyas consecuencias son fáciles de intuir. Ahora bien, los resultados de aquel estudio arrojaron una conclusión sorprendente: lo que se supone es limpio e inmaculado en el Polo Sur de la Tierra, ya no lo es más; las bases científicas que se encuentran cercanas a él la han contaminado, especialmente con compuestos que se encuentran en materiales electrónicos y muebles utilizados para prevenir su incineración, similares al BDE-99. Según Robert C. Hales, autor del artículo en ES&T, es bastante irónico que "aún con el propósito de hacer investigación ambiental en el Ártico se deba llegar a situaciones en las que, lo que se trata de cuidar, sea contaminado por aquellos que precisamente buscan protegerlo".
Como científicos debemos hacer un compromiso personal para que nuestras acciones afecten al medioambiente lo menos posible; aunque a veces, como en el caso relatado, aún a pesar de todas nuestras buenas intenciones, es muy difícil hacerlo. Todo depende de una buena planificación y estar prevenidos sobre las consecuencias no sólo de nuestras acciones sino de las que otros hayan sido capaces de ocasionar.
Foto: PublicDomain
Como científicos debemos hacer un compromiso personal para que nuestras acciones afecten al medioambiente lo menos posible; aunque a veces, como en el caso relatado, aún a pesar de todas nuestras buenas intenciones, es muy difícil hacerlo. Todo depende de una buena planificación y estar prevenidos sobre las consecuencias no sólo de nuestras acciones sino de las que otros hayan sido capaces de ocasionar.
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