Un libro que leí de pequeño -y marcó de manera profunda mis raíces- es 'Leyendas Quechuas' de Jesús Lara donde se describen las costumbres y creencias precolombinas de este grupo indígena de Bolivia.
Una de las muchas leyendas tratadas en la antología de Lara habla sobre la vida de una niña que desconocía el sabor de la sal. Un día, cuando un hombre desconocido le da a probar un poco de ella a la muchacha, esta se queda condenada, para siempre, al consumo de esa misteriosa sustancia blanca con sabor salado (curioso, ¿eh?). Decide consumirla a toda hora con todos sus alimentos hasta el momento mismo de su muerte en medio del llanto por no poder conseguir más: transformada en un charco salado que da origen al Salar de Uyuni. Esa analogía puede comprenderse mejor si la resumimos en un precepto budista que habla sobre la necesidad de poseer algo que no tenemos pero que queremos tener:
Una de las muchas leyendas tratadas en la antología de Lara habla sobre la vida de una niña que desconocía el sabor de la sal. Un día, cuando un hombre desconocido le da a probar un poco de ella a la muchacha, esta se queda condenada, para siempre, al consumo de esa misteriosa sustancia blanca con sabor salado (curioso, ¿eh?). Decide consumirla a toda hora con todos sus alimentos hasta el momento mismo de su muerte en medio del llanto por no poder conseguir más: transformada en un charco salado que da origen al Salar de Uyuni. Esa analogía puede comprenderse mejor si la resumimos en un precepto budista que habla sobre la necesidad de poseer algo que no tenemos pero que queremos tener:
El deseo es el principio de todo sufrimiento
Personalmente, al observar el comportamiento de los animales, creo que el deseo es un instinto primario que pervive en nuestro subconsciente debido a que, simplemente, somos unos animales para los cuales reacciones primitivas como aquella de la supervivencia se han visto transformadas a tal punto que ahora podemos experimentarlas como una actitud hacia las posesiones. Numerosas creencias religiosas -tal vez sabias en esencia- han expresado de manera explícita la necesidad que el ser humano tiene de liberarse de todas esas ataduras que nos hacen dependientes de adminículos innecesarios para ser capaces de vivir una vida [espiritual] más satisfactoria en todos los niveles.
En la actualidad, el ser humano ha sido capaz de crear -dada su natural curiosidad- una infinidad de artilugios y distracciones para satisfacer ese llamada primitivo: poseer para sobrevivir. A pesar de lo que podamos creer, los seres humanos no somos los únicos animales que amontonamos basura y posesiones innecesarias. Sin embargo, y de esto estoy convencido, somos los únicos que hemos sido capaces de hacer de este proceso natural un proceso con escalas industriales de tales proporciones que estamos llevando a todo el mundo hacia un abismo creado por nosotros mismos con una salvación -improbable al ritmo actual- que depende, desafortunadamente, también de nosotros mismos. Lo que nos diferencia de los amontonadores silvestres no sólo está en nuestra capacidad creativa, inquisitiva o exploradora, sino también en la intensa capacidad de interactuar con todas las especies que pueblan la tierra, y esto incluye también a componentes inorgánicos del manto terrestre sobre los cuales hemos, definitivamente, sentado soberanía y control. Ya no somos parte del ciclo biológico normal del planeta que hace de depredadores y presas un equipo equilibrado de entidades biológicas; nos hemos convertido en súper superdepredadores -un ultradepredador- y ese es el mayor peligro que se cierne sobre la vida en este mundo pues no respeta ese equilibrio: crea inestabilidad debido a su tendencia al consumo excesivo. Hemos dejado de formar parte del ciclo de la vida y, artificialmente, hemos escogido ser los causantes de un desequilibrio que hace peligrar al planeta entero.
Varias preguntas se hacen necesarias, pero antes de expresarlas o intentar contestarlas debemos, primero que nada, tomar consciencia de la responsabilidad que tenemos como habitantes de un planeta del que somos tan sólo pasajeros temporales.
Nunca jamás el ser humano ha tenido la capacidad de eliminar 'de un plumazo' toda la vida existente sobre el planeta como ahora. Nunca antes cualquier acción humana ha afectado tanto al resto de especies animales y vegetales -cobrándose ya miles de ellas- como lo está haciendo hoy. Toda acción nuestra tiene un efecto, por lo que es necesario estar conscientes de ello y saber que, al mismo tiempo, podemos ser capaces de cambiar las cosas. La pregunta es ¿somos capaces de aceptar semejante reto? La respuesta está en el corazón de cada uno de ustedes.
Foto: NASA. Placa de aluminio recubierta de oro colocada en el Pioneer 10 con el fin de describir la procedencia del artefacto a potenciales seres inteligentes del futuro que la encuentren a su paso. Describe las proporciones ente ambos sexos de la especie humana y algunos otros datos científicos.
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