Uno de los principales enemigos de un ecosistema (quizás el más destructivo) es el de la invasión genética provocada. Para entender mejor la magnitud de este crímen ecológico vayamos analizando esta frase por partes y así entendamos todo el contexto que le rodean a los productos introducidos.
Analicemos la primera palabra, 'invasión'. ¿Invasión de qué? Ésta, es la invasión masiva, incontrolable y exterminadora que organismos foráneos le producen a un ecosistema extraño y al cual no pertenecen. Cuando un organismo (animal o vegetal) es introducido (de ésa manera: invasivamente) a un hábitat diferente con especies nativas, los resultados conllevan consecuencias devastadoras para las especies originarias del lugar en donde se está produciendo la introducción. Hace algunos días hablé al respecto, poniendo como ejemplo los peligros de introducir especies no nativas al Lago Titikaka y las terribles consecuencias para los peces y batracios que existían en ese lugar (muchos de ellos ya extintos o casi extintos). Otros ejemplos alrededor del mundo son también similares; en Australia, por ejemplo, la invasión de ranas, zorros y conejos introducidas por sus colonos como mascotas o animales para practicar la cacería (!?) durante los siglos pasados, amenaza de manera tan constante a su rica y delicada biodiversidad (recordemos que ese continente se encuentra aislado del resto de manera natural) que el gobierno australiano se ve obligado a invertir 24 mil millones de bolivianos al año para su protección (¡casi tanto dinero como nuestra infame 'deuda externa' por año!); mientras que, en Bolivia, nuestro gobierno, a través de la prefectura y la alcaldía, se empeñan en hacernos concursar para que votemos para que ese cochino lago [el Titikaka] sea declarado una 'maravilla natural' (usando el dinero de todos los contribuyentes). ¡Qué inconsecuentes!
Existen más casos trágicos que involucran la introducción de especies no nativas a un hábitat extraño. Uno, muy cercano a nosotros, ocurrió en Brasil el siglo pasado. Un científico, que buscaba mayor eficiencia industrial (la eterna excusa industrializadora), mientras se dedicaba a la cruza de abejas africanas con europeas, liberó 'accidentalmente' algunas de ellas en la selva, las cuales no tardaron mucho en acomodarse plácidamente a su nuevo ambiente, reproduciéndose con rapidez y distribuyéndose a lo largo de todo el continente, compitiendo, de esa manera, con el resto de abejas nativas quienes nunca habían conocido semejante adversario para el cual no estaban preparadas, con la consiguiente pérdida de territorio (algo que interesantemente tiene mucha similitud con el comportamiento de algunos inmigrantes que llegaron al país con una mano adelante y otra atrás pero que ahora se la dan de constitucionalistas y gobernadores). El problema, con las abejas africanas, no sólo radica en su habilidad para migrar (debido a instintos naturales heredados de sus progenitores africanos y el motivo por el cual se extendieron con rapidez a todo el continente) sino a su agresividad, lo cual le valió el desmerecido nombre de 'abejas asesinas' al que le siguieron incluso algunas ridículas producciones cinematográficas sensacionalistas con el mismo título.
El hábitat de cada especie nativa está naturalmente delimitado por fronteras naturales: ríos, lagos, mares, montañas. Muchas especies, antes del advenimiento del ser humano, permanecieron sin encontrarse durante millones de años; sin embargo, en estos tiempos donde el transporte ha revolucionado la manera de trasladar cosas, personas, y con ellos plantas y animales, es testigo de la destrucción de esas barreras protectoras que la naturaleza había creado de manera natural utilizando carreteras, puentes, túneles, y demás artilugios modernos, que constantemente amenazan la supervivencia de muchas especies (ver la historia del chiru tibetano como ejemplo). En cuestión de horas se puede llegar a cualquier parte del planeta y, con esta travesura, también servir de vector trasladando un sinnúmero de organismos, muchos de manera voluntaria y otros involuntariamente. Si por desgracia se trasladan unos cuantos granos de polen, por ejemplo, desde Los Andes hasta Malasia, el equilibrio existente en el nuevo destino estarán bajo peligro debido a la introducción de una especie que potencialmente podría convertirse en una peste muy difícil de controlar; en realidad, imposible de controlar.
El mito de que la industrialización produce beneficios públicos (enriqueciendo a alguno que otro empresario ecoterrorista) con la mentira de que lo hace por el bien de una nación o de la gente es una falacia. Introducir soya en Bolivia, retomando un ejemplo más nuestro, un lugar que no era hábitat natural de ese organismo (otros ejemplos son la caña de azúcar, el café o las uvas) pretendiendo justificar su monocultivo depredador y deforestador es un crímen que no debería quedar impune y sus autores ser llevados a la sombra. Sin embargo, me temo que este pensamiento es demasiado idealista y, dadas las coyunturas actuales del país, no podrá ocurrir en el corto plazo; más aún, de declararse autónoma cierta región del país, será ya imposible y demasiado tarde para poder poner tras las rejas a estos ecoterroristas que tendrán entonces carta blanca para delinquir (atenidos a su dualidad autoproclamada: juez y parte). Supongo que lo único que queda en ese caso es tratar de hacer entender a la gente los riesgos, peligros y consecuencias de dichas acciones. Eso me lleva a la segunda palabra de la frase que analizamos: 'genética', que está ligada a la información que cada organismo lleva consigo y transmite a su progenie obedeciendo instintos naturales de supervivencia. Jugar con los genes es algo demasiado peligroso pues nunca se pueden prevenir las consecuencias y los resultados pueden darse cuando ya es demasiado tarde para volver atrás.
Cada especie, animal o vegetal, tienen cierta información codificada a nivel molecular en estructuras conocidas como ADN (ácido desoxirribonucleico) y ARN (ácido ribonucleico). Esta información define a la especie y sus propiedades, así como también mecanismos heredados de progenitores pasados ligados a su reproducción, migración e instintos similares. A todo el conjunto de datos genéticos contenidos en dicha especie se le conoce, en jerga científica, como la piscina genética. Una piscina genética con gran variedad refleja la variedad de dicha especie; mientras que, una piscina estrecha y reducida representa una especie en peligro de extinción o ya extinta. El monocultivo, al que nos quieren acostumbrar las corporaciones y los grandes empresarios, representa una piscina reducida o, en otras palabras, un camino directo a la extinción.
Muchas semillas de especies nativas ya han sido extinguidas. El mundo moderno industrializado y gobernado por las corporaciones se preocupa más en la productividad, en la industrialización y en el generar ganancia. En su apetito por generar más cochino dinero está llevando a la población no sólo hacia su propia extinción, sino a la extinción del resto de las especies que habitan en este planeta. La desaparición de una sola especie (animal o vegetal) conlleva grandes consecuencias para el resto del ecosistema que está delicadamente balanceado para sobrevivir con todas las especies originales. Modificar un gen particular modifica, también, la piscina genética de dicha especie (ya sean por métodos de ingeniería genética o introduciendo especies invasivas), por lo que es fácil deducir que dicho procedimiento no mejora la situación de las personas sino todo lo contrario. Los cambios ocasionados en las especies nativas son irreversibles y los daños producidos irreparables; está demás decir que las especies nativas son perdidas para siempre aún a pesar de que algunas instituciones se empeñen en preservarlas. Como es de esperarse, algunas corporaciones han volcado sus garras sobre este tema. En el caso de las semillas, por ejemplo, se planea almacenarlas 'para preservarlas' en arcas de Noé modernas y al alcance de aquellos que las puedan pagar. Otras, como Monsanto, se dedican a patentar cuanto organismo caiga en sus manos para así asegurarse ganancias en el futuro cuando ya el resto de especies se hayan extinguido mientras que al mismo tiempo se encarga de destruir las vidas de pequeños agricultores con demandas irracionales.
No faltan los ejemplos que nos alertan de los peligros de la introducción de especies no nativas, que, además, corren el riesgo de estar contaminadas con organismos genéticamente modificados (OGM) los cuales, por razones obvias, están prohibidos en muchas partes del mundo. En particular, la Comunidad Europea está luchando (aunque demasiado aisladamente y sin la fuerza contundente que se quisiera) contra las corporaciones ecoterroristas como Monsanto para erradicar esta peste que beneficia sólo a los pocos que están en la cúspide de la pirámide corporativa. La lucha de países como Rumania, para impedir la proliferación de este tipo de tecnologías, por ejemplo, debería servirnos de lección clara sobre la tendencia de la industria alimenticia orgánica actual y las verdaderas ventajas de la comida orgánica, por poner un ejemplo. Otros ejemplos aún más dramáticos los podemos ver en Cuba (con una reputación 'comunista' tan vilipendiada injustamente), donde ¡el cultivo orgánico ha servido para que una nación entera pueda surtirse autosuficientemente! Muchos le encontrarán 'peros' al tema, acusando al comunismo o a Fidel de esto y aquello; la verdad es que Fidel, Cuba y su sistema político le han salvado la vida a millones gracias a sus innovadores métodos de cultivos orgánicos. Eso es algo que debería considerarse antes de entusiasmarse en menospreciar a ese digno país y su exitosa revolución agrícola, la cual debería inspirarnos y servirnos como ejemplo a seguir.
¿Y, por qué hablo tanto de la manipulación genética y los OGM? Pues, porque países como Brasil y Argentina, donde el cultivo está totalmente permitido nos tiene a nosotros, Bolivia, como vecinos 'suertudos', quienes sin necesidad de sembrar o utilizar OGM's en nuestros campos podemos 'gozar' de los productos que contienen OGM's a diario y en nuestras mesas, como lo comprueba claramente un artículo de publicado el 1 de marzo de este año en La Prensa (aunque también es sabido ya que muchos empresarios del oriente han estado practicando el juego cochino de la introducción de tal o cual especie 'reina de la agropecuaria', semillas, soya, toros, cebús y no-sé-qué-ocho-cuartos de manera secreta y en ferias como la Expocruz). Es más, no sólo está el peligro de introducir especies ajenas sino también el de especies genéticamente modificadas a nuestro ecosistema. El ser humano (léase las corporaciones y empresarios agropecuarios irresponsables), en su afán de jugar a dios no han podido siquiera ser capaces de entender el problema ético que conlleva la manipulación genética y mucho menos ser lo suficientemente responsables como para asumir sus consecuencias. Es el mito de generar beneficio público satisfaciendo vicios personales -que cita Chomsky- en la práctica.
Ahora, ¿quiénes son los responsables de este ecocidio? (el tercer componente analizado, 'provocado'). Es evidente que existen autores, los provocadores, materiales e intelectuales de este crímen ecológico, pues esos peligros de los que hablé no pasan de manera natural o casual, son provocados, son inducidos por personas. Los autores de esos hechos delictivos son las corporaciones, los dueños de tierras agrícolas que se especializan en soya, caña de azúcar, café. Son esos grandes latifundistas que talan bosques enteros para hacer pastear dos o tres cebús indios, africanos o qué-sé-yo-de-donde-vienen animales foráneos a este ecosistema o soya transgénica invasora se planta en campos que eran bosque vírgen y que misteriosamente ahora están en las manos de algunos 'vivillos'. Los responsables son los 'miedos de incomunicación' que impulsan la cría de tal o cual especie foránea por su rentabilidad, autoridades ilegítimas que se arroban el derecho a decidir por los demás, gobiernos corruptos que se rinden ante las corporaciones que 'fabrican', patentan e introducen 'mejoras' rentables a los organismos vivos con afanes de lucro. Es fácil identificarlos, como hemos visto a lo largo de este artículo: empresarios irresponsables que (obedeciendo a corporaciones o a pasiones personales para incrementar sus vicios personales) empujan a la gente necesitada, trabajadores semiesclavizados, niños impúberes, desempleados, gente común hacia el abismo de un negocio irresponsable, ecocida, genocida y terrorista abusando de las necesidades de las personas.
La naturaleza es algo con lo que no se debe jugar. La naturaleza es la fuente de vida; siguiendo las órdenes de empresarios irresponsables, egoístas, manipuladores y ecocidas lo que hacemos es matar esa fuente de vida y a todo lo que habita en ella. ¿Queremos seguir matando a nuestro medio ambiente? ¿Queremos seguir muriendo? Si tenemos hijos ¿queremos regalarles un chocolate con OGM desconociendo las consecuencias de tales acciones? ¿Podremos mostrarles una especie animal de a de veras o tan sólo una en el papel, en una fotografía? ¿Queremos que nuestros niños presenten malformaciones genéticas, mentales, físicas, etc., debido a la ingesta de OGM's? Me pregunto si de verdad somos capaces de desear semejantes mal para nuestros hijos.
Personalmente, y lo he expresado varias veces, creo que es una tarea muy difícil y dura de realizar pero no imposible (Cuba ha demostrado que es posible, Rumania dice que se le puede decir NO a las corporaciones). Se puede evitar dañar más a nuestro medio ambiente, cuidar a nuestros niños y evitar que empresarios desalmados y corporaciones criminales continúen matando el planeta y sus organismos, todo depende de nosotros. La única manera de evitar estos desastres es teniendo la capacidad de decidir, entre todos, lo que es mejor para todos, y no lo que es mejor para alguno que otro evasor de impuestos. Individualmente no somos capaces de provocar ningún cambio, pero, entre todos, somos capaces de hacer que la balanza se incline hacia nosotros; una balanza que, personalmente, veo demasiado inclinada hacia el costado adinerado y antisocial.
Fotos: PublicDomain, Greenpeace
Analicemos la primera palabra, 'invasión'. ¿Invasión de qué? Ésta, es la invasión masiva, incontrolable y exterminadora que organismos foráneos le producen a un ecosistema extraño y al cual no pertenecen. Cuando un organismo (animal o vegetal) es introducido (de ésa manera: invasivamente) a un hábitat diferente con especies nativas, los resultados conllevan consecuencias devastadoras para las especies originarias del lugar en donde se está produciendo la introducción. Hace algunos días hablé al respecto, poniendo como ejemplo los peligros de introducir especies no nativas al Lago Titikaka y las terribles consecuencias para los peces y batracios que existían en ese lugar (muchos de ellos ya extintos o casi extintos). Otros ejemplos alrededor del mundo son también similares; en Australia, por ejemplo, la invasión de ranas, zorros y conejos introducidas por sus colonos como mascotas o animales para practicar la cacería (!?) durante los siglos pasados, amenaza de manera tan constante a su rica y delicada biodiversidad (recordemos que ese continente se encuentra aislado del resto de manera natural) que el gobierno australiano se ve obligado a invertir 24 mil millones de bolivianos al año para su protección (¡casi tanto dinero como nuestra infame 'deuda externa' por año!); mientras que, en Bolivia, nuestro gobierno, a través de la prefectura y la alcaldía, se empeñan en hacernos concursar para que votemos para que ese cochino lago [el Titikaka] sea declarado una 'maravilla natural' (usando el dinero de todos los contribuyentes). ¡Qué inconsecuentes!
Existen más casos trágicos que involucran la introducción de especies no nativas a un hábitat extraño. Uno, muy cercano a nosotros, ocurrió en Brasil el siglo pasado. Un científico, que buscaba mayor eficiencia industrial (la eterna excusa industrializadora), mientras se dedicaba a la cruza de abejas africanas con europeas, liberó 'accidentalmente' algunas de ellas en la selva, las cuales no tardaron mucho en acomodarse plácidamente a su nuevo ambiente, reproduciéndose con rapidez y distribuyéndose a lo largo de todo el continente, compitiendo, de esa manera, con el resto de abejas nativas quienes nunca habían conocido semejante adversario para el cual no estaban preparadas, con la consiguiente pérdida de territorio (algo que interesantemente tiene mucha similitud con el comportamiento de algunos inmigrantes que llegaron al país con una mano adelante y otra atrás pero que ahora se la dan de constitucionalistas y gobernadores). El problema, con las abejas africanas, no sólo radica en su habilidad para migrar (debido a instintos naturales heredados de sus progenitores africanos y el motivo por el cual se extendieron con rapidez a todo el continente) sino a su agresividad, lo cual le valió el desmerecido nombre de 'abejas asesinas' al que le siguieron incluso algunas ridículas producciones cinematográficas sensacionalistas con el mismo título.
El hábitat de cada especie nativa está naturalmente delimitado por fronteras naturales: ríos, lagos, mares, montañas. Muchas especies, antes del advenimiento del ser humano, permanecieron sin encontrarse durante millones de años; sin embargo, en estos tiempos donde el transporte ha revolucionado la manera de trasladar cosas, personas, y con ellos plantas y animales, es testigo de la destrucción de esas barreras protectoras que la naturaleza había creado de manera natural utilizando carreteras, puentes, túneles, y demás artilugios modernos, que constantemente amenazan la supervivencia de muchas especies (ver la historia del chiru tibetano como ejemplo). En cuestión de horas se puede llegar a cualquier parte del planeta y, con esta travesura, también servir de vector trasladando un sinnúmero de organismos, muchos de manera voluntaria y otros involuntariamente. Si por desgracia se trasladan unos cuantos granos de polen, por ejemplo, desde Los Andes hasta Malasia, el equilibrio existente en el nuevo destino estarán bajo peligro debido a la introducción de una especie que potencialmente podría convertirse en una peste muy difícil de controlar; en realidad, imposible de controlar.
El mito de que la industrialización produce beneficios públicos (enriqueciendo a alguno que otro empresario ecoterrorista) con la mentira de que lo hace por el bien de una nación o de la gente es una falacia. Introducir soya en Bolivia, retomando un ejemplo más nuestro, un lugar que no era hábitat natural de ese organismo (otros ejemplos son la caña de azúcar, el café o las uvas) pretendiendo justificar su monocultivo depredador y deforestador es un crímen que no debería quedar impune y sus autores ser llevados a la sombra. Sin embargo, me temo que este pensamiento es demasiado idealista y, dadas las coyunturas actuales del país, no podrá ocurrir en el corto plazo; más aún, de declararse autónoma cierta región del país, será ya imposible y demasiado tarde para poder poner tras las rejas a estos ecoterroristas que tendrán entonces carta blanca para delinquir (atenidos a su dualidad autoproclamada: juez y parte). Supongo que lo único que queda en ese caso es tratar de hacer entender a la gente los riesgos, peligros y consecuencias de dichas acciones. Eso me lleva a la segunda palabra de la frase que analizamos: 'genética', que está ligada a la información que cada organismo lleva consigo y transmite a su progenie obedeciendo instintos naturales de supervivencia. Jugar con los genes es algo demasiado peligroso pues nunca se pueden prevenir las consecuencias y los resultados pueden darse cuando ya es demasiado tarde para volver atrás.
Cada especie, animal o vegetal, tienen cierta información codificada a nivel molecular en estructuras conocidas como ADN (ácido desoxirribonucleico) y ARN (ácido ribonucleico). Esta información define a la especie y sus propiedades, así como también mecanismos heredados de progenitores pasados ligados a su reproducción, migración e instintos similares. A todo el conjunto de datos genéticos contenidos en dicha especie se le conoce, en jerga científica, como la piscina genética. Una piscina genética con gran variedad refleja la variedad de dicha especie; mientras que, una piscina estrecha y reducida representa una especie en peligro de extinción o ya extinta. El monocultivo, al que nos quieren acostumbrar las corporaciones y los grandes empresarios, representa una piscina reducida o, en otras palabras, un camino directo a la extinción.
Muchas semillas de especies nativas ya han sido extinguidas. El mundo moderno industrializado y gobernado por las corporaciones se preocupa más en la productividad, en la industrialización y en el generar ganancia. En su apetito por generar más cochino dinero está llevando a la población no sólo hacia su propia extinción, sino a la extinción del resto de las especies que habitan en este planeta. La desaparición de una sola especie (animal o vegetal) conlleva grandes consecuencias para el resto del ecosistema que está delicadamente balanceado para sobrevivir con todas las especies originales. Modificar un gen particular modifica, también, la piscina genética de dicha especie (ya sean por métodos de ingeniería genética o introduciendo especies invasivas), por lo que es fácil deducir que dicho procedimiento no mejora la situación de las personas sino todo lo contrario. Los cambios ocasionados en las especies nativas son irreversibles y los daños producidos irreparables; está demás decir que las especies nativas son perdidas para siempre aún a pesar de que algunas instituciones se empeñen en preservarlas. Como es de esperarse, algunas corporaciones han volcado sus garras sobre este tema. En el caso de las semillas, por ejemplo, se planea almacenarlas 'para preservarlas' en arcas de Noé modernas y al alcance de aquellos que las puedan pagar. Otras, como Monsanto, se dedican a patentar cuanto organismo caiga en sus manos para así asegurarse ganancias en el futuro cuando ya el resto de especies se hayan extinguido mientras que al mismo tiempo se encarga de destruir las vidas de pequeños agricultores con demandas irracionales.
No faltan los ejemplos que nos alertan de los peligros de la introducción de especies no nativas, que, además, corren el riesgo de estar contaminadas con organismos genéticamente modificados (OGM) los cuales, por razones obvias, están prohibidos en muchas partes del mundo. En particular, la Comunidad Europea está luchando (aunque demasiado aisladamente y sin la fuerza contundente que se quisiera) contra las corporaciones ecoterroristas como Monsanto para erradicar esta peste que beneficia sólo a los pocos que están en la cúspide de la pirámide corporativa. La lucha de países como Rumania, para impedir la proliferación de este tipo de tecnologías, por ejemplo, debería servirnos de lección clara sobre la tendencia de la industria alimenticia orgánica actual y las verdaderas ventajas de la comida orgánica, por poner un ejemplo. Otros ejemplos aún más dramáticos los podemos ver en Cuba (con una reputación 'comunista' tan vilipendiada injustamente), donde ¡el cultivo orgánico ha servido para que una nación entera pueda surtirse autosuficientemente! Muchos le encontrarán 'peros' al tema, acusando al comunismo o a Fidel de esto y aquello; la verdad es que Fidel, Cuba y su sistema político le han salvado la vida a millones gracias a sus innovadores métodos de cultivos orgánicos. Eso es algo que debería considerarse antes de entusiasmarse en menospreciar a ese digno país y su exitosa revolución agrícola, la cual debería inspirarnos y servirnos como ejemplo a seguir.
¿Y, por qué hablo tanto de la manipulación genética y los OGM? Pues, porque países como Brasil y Argentina, donde el cultivo está totalmente permitido nos tiene a nosotros, Bolivia, como vecinos 'suertudos', quienes sin necesidad de sembrar o utilizar OGM's en nuestros campos podemos 'gozar' de los productos que contienen OGM's a diario y en nuestras mesas, como lo comprueba claramente un artículo de publicado el 1 de marzo de este año en La Prensa (aunque también es sabido ya que muchos empresarios del oriente han estado practicando el juego cochino de la introducción de tal o cual especie 'reina de la agropecuaria', semillas, soya, toros, cebús y no-sé-qué-ocho-cuartos de manera secreta y en ferias como la Expocruz). Es más, no sólo está el peligro de introducir especies ajenas sino también el de especies genéticamente modificadas a nuestro ecosistema. El ser humano (léase las corporaciones y empresarios agropecuarios irresponsables), en su afán de jugar a dios no han podido siquiera ser capaces de entender el problema ético que conlleva la manipulación genética y mucho menos ser lo suficientemente responsables como para asumir sus consecuencias. Es el mito de generar beneficio público satisfaciendo vicios personales -que cita Chomsky- en la práctica.
Ahora, ¿quiénes son los responsables de este ecocidio? (el tercer componente analizado, 'provocado'). Es evidente que existen autores, los provocadores, materiales e intelectuales de este crímen ecológico, pues esos peligros de los que hablé no pasan de manera natural o casual, son provocados, son inducidos por personas. Los autores de esos hechos delictivos son las corporaciones, los dueños de tierras agrícolas que se especializan en soya, caña de azúcar, café. Son esos grandes latifundistas que talan bosques enteros para hacer pastear dos o tres cebús indios, africanos o qué-sé-yo-de-donde-vienen animales foráneos a este ecosistema o soya transgénica invasora se planta en campos que eran bosque vírgen y que misteriosamente ahora están en las manos de algunos 'vivillos'. Los responsables son los 'miedos de incomunicación' que impulsan la cría de tal o cual especie foránea por su rentabilidad, autoridades ilegítimas que se arroban el derecho a decidir por los demás, gobiernos corruptos que se rinden ante las corporaciones que 'fabrican', patentan e introducen 'mejoras' rentables a los organismos vivos con afanes de lucro. Es fácil identificarlos, como hemos visto a lo largo de este artículo: empresarios irresponsables que (obedeciendo a corporaciones o a pasiones personales para incrementar sus vicios personales) empujan a la gente necesitada, trabajadores semiesclavizados, niños impúberes, desempleados, gente común hacia el abismo de un negocio irresponsable, ecocida, genocida y terrorista abusando de las necesidades de las personas.
La naturaleza es algo con lo que no se debe jugar. La naturaleza es la fuente de vida; siguiendo las órdenes de empresarios irresponsables, egoístas, manipuladores y ecocidas lo que hacemos es matar esa fuente de vida y a todo lo que habita en ella. ¿Queremos seguir matando a nuestro medio ambiente? ¿Queremos seguir muriendo? Si tenemos hijos ¿queremos regalarles un chocolate con OGM desconociendo las consecuencias de tales acciones? ¿Podremos mostrarles una especie animal de a de veras o tan sólo una en el papel, en una fotografía? ¿Queremos que nuestros niños presenten malformaciones genéticas, mentales, físicas, etc., debido a la ingesta de OGM's? Me pregunto si de verdad somos capaces de desear semejantes mal para nuestros hijos.
Personalmente, y lo he expresado varias veces, creo que es una tarea muy difícil y dura de realizar pero no imposible (Cuba ha demostrado que es posible, Rumania dice que se le puede decir NO a las corporaciones). Se puede evitar dañar más a nuestro medio ambiente, cuidar a nuestros niños y evitar que empresarios desalmados y corporaciones criminales continúen matando el planeta y sus organismos, todo depende de nosotros. La única manera de evitar estos desastres es teniendo la capacidad de decidir, entre todos, lo que es mejor para todos, y no lo que es mejor para alguno que otro evasor de impuestos. Individualmente no somos capaces de provocar ningún cambio, pero, entre todos, somos capaces de hacer que la balanza se incline hacia nosotros; una balanza que, personalmente, veo demasiado inclinada hacia el costado adinerado y antisocial.
Fotos: PublicDomain, Greenpeace
1 comentario:
El ultimo informe de Friends of the Earth sobre el uso de pesticidas y los OGM es muy interesante: http://www.foeeurope.org/GMOs/Index.htm
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