lunes, 25 de febrero de 2008

El deseo es el principio de todo sufrimiento. Parte II


Vivimos en un mundo artificial: mi billetera tiene más plástico que cuero y los papelitos que guardo en ella (que años atrás eran tesoros invaluables y sobrepasaban al resto de contenidos de mi siempre vacía billetera -que eran la verdadera razón por la cual llevaba una-) han cedido su espacio a monedas de todo tamaño y forma y documentos sin los cuales 'es imposible salir de casa'.

El mundo que nos rodea está lleno de reglas, estándares y maneras de conducta; cómo hablar, cómo vestir, cómo pensar, cómo comer, cómo comportarse. Todo está cuidadosamente programado; somos los cuadraditos y cajoncitos que hacen que un diagrama de flujo sea funcional, mientras, inexorablemente, vamos todos perdiendo nuestra identidad: somos como un montón árboles japoneses, todos del mismo tamaño, en filas, como soldaditos clonados en los mismos estuches de colores. El mundo es un estándar donde la globalización (que Chomsky describe perfectamente como el tirano que hace del mundo un gran supermercado para que se asemeje cada vez más a una gran lata de desperdicios) hace del dinero algo global, del libre mercado algo normal y del comercio algo necesario. Sin embargo, y al mismo tiempo, el dinero -incapaz de escapar de la virtualidad que nos rodea- se ha convertido en algo intangible pero omnipresente y omnipotente (no me sorprende que Rubén Blades le haya dedicado una canción). Es la transustanciación bastarda del apetito por poder de una especie ultradepredadora: el ser humano.

Una gran proporción de la humanidad se deja manipular. ¡Cómo evitarlo! Si cada vez que abrimos nuestro e-mail recibimos millones de correos basura, propagandas, noticias, la última moda o los chismes de la farándula que constantemente nos andan moldeando a su antojo. Es posible que ni siquiera tengamos idea de tal o cual famoso/a o de tal o cual marca de reloj, coche, perfume o quién-sabe-qué-ocho-cuartos hasta que nos lo mencionan; el poder de la propaganda es enorme, ¡pero lo peor de todo es que da resultado!
Leemos acerca de un nuevo hotelito abierto en cierto lugar con vista al mar, las montañas o qué-sé-yo. Nos ponemos a investigar, nos mienten con beneficios, ventajas y nos ofrecen un pasaje gratuito de ida-y-vuelta a quién-sabe-dónde y en un tris estamos de viaje a un lugar del que no teníamos ni la más remota idea.

Probamos pesto por primera vez, nos parece extraño. Al cabo de un tiempo -y claro, la costumbre- se nos vuelve hábito y lo empezamos a consumir con cada vez más ganas. Ni siquiera nos importa la contaminación producida con semejante travesura. ¿De dónde viene el pesto? ¡Qué sé yo! Lo importante es que no falte en mi mesa. Y pensar que hace 10 años ni lo conocía; ¡cómo cambian las cosas con el tiempo!

Leo en un aviso de una tienda: 'todo lo que pueda comer y beber en dos horas'. Me pregunto, ¿tengo tiempo?, y sin pensarlo dos veces para decidir me apunto. Me las paso de romano alabando al dios Baco 'el más chupaco' y cuando tengo la caja llena me preocupa el haberme ganado mis kilitos y una jaqueca de primera al día siguiente. Por supuesto, y esto pasa cada vez, me consuelo diciéndome que nunca más he de comer o tomar, aún cuando sea esa la enésima vez que lo hago, a lo que añado 'de esa manera' para pretender ser más correcto. Otro simulacro con patas y culturas mojigatas.

Quiero probar comida de todas partes del mundo, encuentro un folleto que me las ofrece. Este es de Japón, me muestra tan sólo un plato por región, pero incluye a todo el país. Sólo son 79, me digo, y eso no incluye todas las variaciones. Agarro el teléfono, marco el número y me pongo a esperar mientras miro la caja estúpida que me arroja sombras de colores y ni me doy cuenta cuando he terminado mi 'comida'; y al cabo de unas horas, estoy sentado en el retrete. ¿Habrá servido de algo esa exageración?

El mundo está fuera de control. No hemos sido capaces de refrenar nuestros instintos -a pesar de jactarnos de ser sapiens sapiens- y hemos dejado que las bestias que viven en nuestras entrañas se apoderen de nuestra voluntad y hemos dejado que las voluntades de algunos se aprovechen de nuestras voluntades en un círculo lastimoso y humillante.

Personalmente, creo que el ser humano es libre de elegir, pero debiera ser libre de hacerlo sin afectar a nadie ni a nada. El momento que ejerce el derecho de ser libre según leyes monetarias (como los condenados del libertarianismo que Monbiot tan justamente critica y llama parásitos) deberían perder sus libertades por el simple hecho de afectar [con sus acciones] al resto de las libertades de las personas, animales, plantas, etc., existentes sobre la Tierra. El libre mercado no conoce caras, porque es virtual; no reconoce nacionalidades, porque es multinacional; no reconoce derechos, porque crea sus propios derechos al avanzar; no es natural, pues es industrial.

¿Tiene todo esto remedio? Muy a pesar de lo que muchos puedan pensar, yo sigo creyendo firmemente que existen muchas alternativas (aunque eso no nos garantice que a los poderosos esas alternativas les gustan, en realidad la mayoría de las veces no les gustan). Enumerarlas todas en este simple post es imposible. Sin embargo, leyendo a través de todo este modesto sitio, es posible hacerse a la idea de varias posibilidades. Creo que ahí está el meollo del asunto pues todo esto no sirve de nada si no va más allá que la simple alucinación de un loquito en progreso. Espero que al menos una persona pueda entenderlo, esa sería una gran diferencia y un aliciente sin medida posible.

Un ejercicio personal consiste en consumir racionalmente, sin desperdiciar, sin acumular evitando que así llegue a otros, pero sobre todo, respetando las libertades que tienen todos y cada uno de los componentes animados e inanimados del planeta. Es un desafío que no muchos estamos dispuestos a tomar pues 'mirarse a la cara en un espejo es una tarea nunca fácil pero siempre necesaria'. Todo está en nuestras manos.

Foto: Imagen escaneada de un folleto que ofrece comida de todas las regiones de Japón. Se trata de una propaganda para incentivar a los comensales japoneses a ingerir comidas de todas las regiones de ese país de un solo tirón. Es necesario puntualizar que comer todo lo que se mueva, vuele, arrastre o nade, tenga o no patas, no es privativo de Japón, ni tampoco lo único que debe considerarse depredador. Tomarse un vinito italiano estando en las Islas Caimán también lo es. Vestir en EEUU unos zapatos Nike 'made in China' también lo es. Comer frutas afrodisíacas del lejano oriente en Bolivia también lo es. Comer naranjas filipinas en Alemania también lo es (estoy seguro de que el lector se da cuenta de las implicaciones que se sugieren).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Rebelde:
Últimamente he leído tu blog y en muchos aspectos coincido contigo. Te buscas unos temas muy interesantes. Pero no comparto la creencia de que hay solución para el actual estado de las cosas con cambios que partan de una toma de conciencia de todos y cada uno de nosotros. No quiero que me malinterpretes. Es obvio que el cambio primero es personal para que luego se generalice. Es muy loable el ejemplo que propones: "Un ejercicio personal consiste en consumir racionalmente, sin desperdiciar, sin acumular evitando que así llegue a otros, pero sobre todo, respetando las libertades que tienen todos y cada uno de los componentes animados e inanimados del planeta..." Verdad: es un gran desafío que la gran mayoría no está dispuesta a asumir. ¿Por qué? Porque se ha generado un circuito, un inmenso círculo vicioso llamado cultura o civilización donde no hay espacio en la mente ni en el cuerpo sino para seguir aniquilando el planeta, directa o indirectamente, queramos o no. Un ejemplo. El sólo hecho de que tú y yo nos comuniquemos a través de este medio (supongamos que con las mejores intenciones del mundo), ya implica un basto movimiento que consolida el sistema causante de la mayor parte de los desastres. Necesitamos energía para que funcionen los equipos que usamos. ¿Hidroléctrica o termoeléctrica? Si es una planta nuclear, mejor ni hablar de los desechos que genera. Cierto que hay otras fuentes, pero no son rentables. Y aunque se las usara, ¿te has fijado en los materiales y los componentes de tu computadora, o en los muebles de tu habitación? ¿No huelen a petróleo, minería o devastación forestal? Ni la ropa se salva. Quizás soy pesimista (y no es ningún consuelo entender que un pesimista no es más que un realista al extremo), pero creo que la solución va a ser por el desastre. Tal vez no tengo fe, pero dudo mucho que en una o dos generaciones la humanidad decida convertirse en una gran multitud de yoguis, monjes budistas o simplemente en personas con la suficiente conciencia y, por tanto, desinterés para consigo mismo, para generar cambios reales. Todavía somos cavernícolas (en el peor sentido de la palabra)y si ya no vamos de caza y traemos la mejor pieza para ocupar un lugar priviligiado en la manada, aún nos preocupa mucho nuestro lugar en la sociedad: directa o indirectamente. En fin, creo que me he alargado demasiado. Un saludo para ti, Rebelde.

Miguel

Rebelde dijo...

Rebelde Miguel,

Yo hago ciencia, así que, sólo puedo responderte utilizando criterios científicos a todas tus inquietudes.
Primero, yo no creo que seas un pesimista con tu visión cruda de la realidad actual (el padre Gregorio Iriarte también tiene una visión bastante crítica de esta realidad en un excelente libro disponible en Bolivia). Me atrevo a corregirte diciendo que lo que eres es bastante escéptico, lo que no es malo sino todo lo contrario. Es, quizás, hasta necesario, dado que serlo involucra tener una percepción razonada de la realidad a la cual es necesario interpelar. La realidad no se puede tan solo aceptar y dejar pasar, sin hacer preguntas, sin cuestionarla y poner a prueba su esencia. Ese justamente es el material que hace de ti un potencial catalizador ecológico. Y eso me lleva a la segunda parte de esta respuesta.

Como científico, que es lo que hago, debo decir que mi punto de vista es estrictamente objetivo; los números no mienten y los hechos naturales son axiomas irrefutables de lo que llamamos vida para lo cual no existen excepciones. Te voy a poner un ejemplo. En la termodinámica existe una condición que describe el estado de un sistema en desequilibrio en el que éste [el sistema] SIEMPRE tiende restablecerlo. Este principio trata de compensar el desequilibrio mediante el manejo adecuado de los recursos existentes en él. Si por ejemplo existe mucha presión en un extremo de la balanza (usemos la analogía de la balanza para visualizar mejor un desequilibrio) esta se inclinará hacia el lugar donde exista más presión, para lo cual se hace necesario poner presión en el otro extremo hasta que el equilibrio se restablezca, ya que este SIEMPRE debe existir (recuerda: no hay excepciones). Ahora bien, ¿cuándo sucede esto? La termodinámica sola no puede explicar cuándo ocurrirá el proceso que restablezca el equilibrio del sistema, tan sólo puede decir que existirá (ahora incluyamos el desequilibrio ecológico que enfrentamos y que es motivo de nuestro análisis). Puede que éste se restablezca inmediatamente, mañana, en un año o en mil; no se puede saber cuándo ocurrirá. Pero, si no nos limitamos a la termodinámica y también consideramos otra especialidad de la ciencia, la cinética, podremos calcular cuándo este evento podría ocurrir. Sin embargo, la cinética (como la termodinámica) sola no puede predecir nada respeto al tipo de energía que se necesita para que dicho evento ocurra; ambas ramas son necesairas para predecir el cómo y el cuándo un evento puede ocurrir.
Ahora bien, para que un supuesto sistema en desequilibrio restablezca su condición inicial en un tiempo corto (que es lo que deseamos para el planeta tierra) podemos hacer uso de todos los conocimientos termodinámicos y cinéticos de los que dispongamos (en otras palabras, especialistas de todas las ramas deberían trabajar juntos). En la cinética química se necesita de un material conocido como CATALIZADOR, que es el responsable de que una reacción química se lleve a cabo de manera rápida. Y en la termodinámica se necesita de la ENERGÍA DE ACTIVACIÓN (la manera de restablecer el desequilibrio). Entonces, para finalizar, puedo decirte que si cada uno de nosotros se comporta como un 'catalizador ecológico' que, trabajando de manera conjunta entre todas las especialidades, ese cambio positivo tan necesario para la tierra puede ser logrado en un tiempo que dependerá sólo de cuán fuerte estemos dispuestos a trabajar. Está claro que, de no hacerlo, es obvio concluir que ese restablecimiento no ocurrirá nunca. Simple como eso.

Me despido relatándote una leyenda indígena del Ecuador que cuenta la historia de un ave minúscula (el colibrí) que se enfrentaba a un bosque en llamas tratando de apagarlo con las pocas gotas que podía cargar en su pequeño pico. El resto de animales -escapando de las llamas- lo miraban atónitos mientras le increpaban que sus esfuerzos eran vanos e inútiles, burlándose y riéndose de sus esfuerzos. El ave les contestó: 'tan sólo hago lo que puedo'. Si todos hacemos lo que podemos creo que un cambio real es posible, sólo debemos escoger si queremos hacerlo o no, si queremos ser los que tratan de apagar el incendio o si queremos ser los que lo provocan. El resto sigue dependiendo de cada uno de nosotros. Yo, por lo pronto, ya escogí, ¿y tu?

Saludos Rebeldes