domingo, 6 de enero de 2008

¿Existe el turismo ecológico?


En China (un gigante que se mueve como gigante, crece como gigante, construye como gigante y destruye, también como gigante), ¡existen 1 300 millones de habitantes! Para las próximas olimpiadas, millones de ellos se movilizan para construir en tiempo récord los lugares que servirán de alojamiento para los atletas, la prensa, y para los juegos en cuestión: estadios, centros de convención, piscinas, etc. Esa gran empresa ha transformado fisiológicamente a China y la ha convertido en un lugar de atractivo turístico sin precedentes, lo que junto al boom de su mercado la ha transformado en referencia global sobre economía, tecnología y hasta moda. Todo muy interesante, muy bonito, pero hay cosas que el Gobierno Chino no ha podido todavía mejorar, como la desigualdad social de sus numerosos grupos étnicos entre los que sigue existiendo abismos difíciles de solucionar a corto plazo. La explosión monetaria que ha transformado a ciudades como Shangai o Bejing en gigantes metrópolis caóticas donde las autoridades tratan de implementar, infructuosamente, medidas que permitan mejorar las condiciones de vida de millones de emigrantes internos que ven en esa explosión una oportunidad de supervivencia inexistente en el interior del gigante ya no más dormido. La polución atmosférica, catalizada por el advenimiento de los JJOO de 2008 en Beijing, no ha hecho mucho por mejorar la calidad del aire que se respira en las ciudades, esto como añadidura a la creciente avalancha de turistas chinos (por increíble que parezca el grueso de los turistas proviene de la misma China, con un reducido 10 por ciento proveniente desde fuera del país). Aún así, China se convirtió en el país con más visitantes del mundo luego de haber abierto sus fronteras a los extranjeros. Con tanta gente (100 millones de turistas por año) entrando a templos, reservas ecológicas, patrimonios mundiales, etc., ¿es posible evitar el daño provocado al medio ambiente, patrimonios, etc.?
El Everest, como otro triste ejemplo, es una de las montañas más visitadas del mundo y tuvo que ser sujeta a una 'limpieza' profunda, aunque no sirvió de mucho ya que es inevitable que la gente siga llevando cargamento que luego desecha luego de ser utilizado a no ser que se limiten las visitas al lugar, algo evidentemente imposible de llevar a cabo al menos en corto plazo considerando que ese es uno de los principales atractivos-fuentes de ingreso de una lastimada economía Nepalí y de la abandonada y ocupada Región Tibetana.
Recuerdo una vez, hace ya muchos años, cuando visité el Palacio Portales de Cochabamba decir al guía de la 'Casa Portales' que las manijas de los muebles, muchos adornos y detalles de las puertas estaban fabricados en oro puro. Lo más triste del tema es que de esos materiales sólo quedaban las huellas de los orificios donde estaban empotrados porque habían sido arrancados por 'turistas' que visitaron el lugar.
Es indudable que tener la posibilidad de visitar un lugar denominado 'Patrimonio de la Humanidad', o un asentamiento arqueológico significativo, se reviste siempre de gran atractivo pero, ¿hasta dónde somos capaces de medir nuestra influencia en esos legados artísticos (o naturales)? ¿Puede ser el turismo el mismo causante del deterioro de algunas obras de gran valor? Para poner un ejemplo, siguiendo el patrón chino de movimiento en masa, puedo recordar con mucha pena las escalinatas de la Ciudad Prohibida en Beijing, que han sido horadadas lentamente por el paso de millones de visitantes sedientos de fotos bonitas y recuerdos de los cuales presumir a las familias. O peor aún, como muestra el señor Gumucio en su blog, de cómo valiosas obras de arte se han convertido en mercados invadidos por la necesidad de pueblos sometidos a la pobreza y al abandono de gobiernos ineptos. Tal vez deberíamos hacer como los japoneses hicieron con su Templo Dorado (Kinkakujin), que no sólo conserva su defensa acuática original sino que tiene también una barda artificial para mantener a los 'turistas' a una distancia prudencial, protegiendo así esas obras de su destrucción. ¿Existirá una mejor manera de preservación? ¿Se le ocurre alguna al lector?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A parte de los réditos económicos que traerían a las siete maravillas naturales, qué otros efectos traerían las ingentes cantidades de turistas que podrían visitar estos lugares? Estamos preparados en Bolivia para proteger y al mismo tiempo aprovechar estas maravillas (tan diversas como nuestra tierra). La isla Inkawasi del Salar de Uyuni recibe a muuuuchos turistas al año y sus pisadas han ido deteriorando las sendas y el suelo formado de depósitos calcáreos de antiguas algas lacustres llamadas estromatolitos ya son polvo. Yo pensaba en votar por el Salar o el Madidi antes que por el Titicaca que aunque es tremendamente hermoso es prácticamente el baño público de los pueblos a su alrededor (todo el sistema de alcantarillado evacua sus aguas en el lago), y no creo que “merezca” ser una maravilla si no se hace antes algo para reducir su contaminación. Pero ahora, dudo mucho que quiera votar siquiera por algún lugar pues no creo que estemos en las condiciones de preservar su belleza ante una avalancha de pseudoecoturistas o turistas… prefiero que la numerosísima población de la India siga apoyando a sus maravillas pues su población fácilmente puede ganar por lo menos 4 lugares en esta votación.

Rebelde dijo...

Es verdad. Creo que apoyar el proyecto de un empresario inescrupuloso que busca sacarle provecho a cualquier maravilla natural de la tierra no merece ser apoyado. Pero, ¿estamos conscientes de eso como para no hacerlo? Yo, lo dudo y creo que no nos quedará otra que seguir insistiendo ya que este es un proceso que toma tiempo, eventualmente estoy seguro que dará resultados, pero depende de todos nosotros.

Saludos Rebeldes, Pankarita Rebelde